Seguros para mi disco duro
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Hace meses compré un disco duro externo para aligerar la memoria del ordenador. Así que ante el reto de elegir modelo consulté directamente con esos amigos un poco (o un mucho) frikis que todos tenemos y osé pedirles consejo. No sabes en la que me metí, pero acabó bien. Hasta entonces yo era un individuo que se mantenía prudentemente alejado de los megas (megabytes, MB), los gigas (gigabytes, GB) y mucho más de los teras (terabyte, TB) Eso sí, sabía perfectamente que a estas alturas palabras como bytes o kilobytes (KB) estaban prohibidas, en la jerga del friki eran lo siguiente a vintage: super-mega-vintage. De todas formas la consulta me sirvió de experiencia fuerte y como inmersión en el mundo de los bytes hasta ponerme en modo prevención ante otras fieras como los Petabytes (PB), Exabytes (EB), Zettabytes (ZB), Yottabytes (YB)… que ya están ahí aporreando la puerta de nuestros gadgets. Si no me crees, mira en Wikipedia y a partir de ahí, tú mismo.
Por fin me decidí por un modelo de un par de teras (TT). No te voy a marear con cifras y tecnicismos que, a efectos de este artículo, son lo de menos; el caso es que ahora guardo películas, fotos y vídeos de vacaciones, bodas, bautizos, cumpleaños y fiestas de gente bien y de las otras; archivos y powerpoints en cantidades industriales. Pero, sobre todo, mi portátil por fin va ligero como una pluma. Misión cumplida aunque la consulta a los friki friends casi me manda al psiquiatra.
Pero surgió un dilema inesperado, un dilema con un par de 2TT bien puestos, que se dice pronto. El problema era obvio y sencillo a la vez (que son los peores): el valor de los contenidos de mi nuevo y flamante disco duro era superior al de mi ordenador, hardware, software y archivos incluidos. Me explico: si perdía el disco externo el descalabro superaba con mucho a la posible pérdida por robo, o estropicio de taza de café desparramada sobre el teclado o por esa caída tonta del ordenador desde un quinto piso por el hueco de la escalera.
Valía más mi pequeño y bonito disco –esbelta cajita plana de esquinas redondeadas– que mi maravilloso ordenador de toda la vida, compañero de aventuras y travesuras inconfesables. Esa cajita representaba un objeto de deseo por fuera y por dentro de valor enorme. ¿No convendría asegurarlo? Podríamos, podríamos… como con otros objetos de trabajo o de uso doméstico. Lo que andaba en juego era la posibilidad de que sufriera alguna avería mecánica o eléctrica por el motivo que fuera, incluso aunque lo guardemos entre algodones. No nos equivoquemos, el problema de fondo eran las preocupantes consecuencias colaterales de la avería.
Me informé y, efectivamente, descubrí que existían ese tipo de seguros. A poco que hayas “sufrido a la informática” sabrás que cuando un ordenador o similar dice no, es que no, y en ese momento nuestra mente ya sabe cómo será el fin del mundo. Esa sensación dura poco porque, en general, casi todo tiene arreglo, pero las horas/días que uno se queda fuera de juego ¿quién me las paga? El knowhow y las herramientas para recuperar la información ¿quién las tiene y cuánto cuestan? Si hablamos de ver películas o powerpoints de paisajes y animales, quizá no pase nada si esperamos lo que haga falta, incluso puede ser beneficioso para la salud, pero si se trata de un proyecto a medio acabar para un cliente de los de verdad, eso ya es otra cosa.
Dicho y hecho: ya con mi seguro para disco duro en la mano sé que, además, cubre los gastos de mano de obra, piezas de repuesto si es el caso, desplazamiento de un técnico si fuera necesario, sustitución del aparato… Cada póliza tiene sus condiciones pero lo que sí es fácil de concluir es que asegurar ese pequeño objeto, puede convertirse en una de las mejores decisiones/inversiones de mi vida.
No puedo despedirme sin referirme a los gigas y teras del principio porque me he quedado preocupado no sea que alguno crea que me ha afectado personalmente. Tranquilos, estoy bien. Nos pasa a todos, algunas veces te abrumas y piensas que todo está perdido, pero esa es una percepción equivocada precisamente porque es justo lo que los seguros se proponen: nuestra tranquilidad. Lo que ahora sí entiendo a la perfección es que a mayor capacidad de almacenaje, mayor será el coste de la póliza, porque como siempre digo y repito sin cansarme, mayor es el riesgo. Ya se sabe que en informática cuando ocurre algo ese algo es trágico sin excepción. Así que si tu vida pende de la informática, no te fíes: ponte a salvo con algún seguro fiable.