¡Me caso, está vez es seguro!
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No, no es lo que parece. No es la decisión mil veces aplazada de ese «Sí, quiero» que toda novia y novio que se precie espera alcanzar algún día. Parece que eso de casarse es cosa de dos, ¿verdad? Pues no. Cuando una pareja a bombo y platillo anuncia su compromiso se ponen en danza tal cantidad de personas que da pavor pensar que alguno de los dos se eché para atrás antes del enlace.
Ya sé que este es un tema romántico y sentimental -de confianza mutua, digamos- en el que asuntos como las cláusulas contractuales de los seguros no deberían ni aparecer, sería como poner en duda una decisión libre y -se supone- más que meditada. Bueeeeeno… aparte de que sobre eso hay mucho escrito pero aún mucho más por escribir, la cuestión es que el hito vital de casarse arrastra a un buen número de personas (familiares y amigos) y a muchas empresas que, directa o indirectamente, facilitan el hecho de recibir regalos o viajar hasta el destino de la boda elegido; para ellas especialmente es la ocasión de estrenar vestido porque de toda la vida las bodas son la ocasión perfecta para regenerar el fondo de armario, etc.
Con tantos elementos implicados es fácil que algo falle o no llegue en la fecha prevista. Aunque en último caso lo que único imprescindible es que comparezca una pareja «que quiera» casarse, para que la celebración esté a la altura del acontecimiento hemos de atar hasta el más mínimo detalle, por muy nimio que a primera vista nos parezca. Vayamos a lo concreto y analicemos qué tipo de incidencias podrían sobrevenir en la organización de una boda y que, por lo tanto, son susceptibles de incluirse en una póliza de seguros.
En primer lugar, los proveedores que son muchos más de los que imaginamos y que resulta fácil comprobar preparamos la relación de necesidades. Los imprevistos se presentan sin avisar, como evidencia su nombre, así que cualquier problema en una de estas empresas conviene tenerlo en consideración. De lo que se trata es de asegurar una solución alternativa -un plan B- ante un posible problema y que la póliza del seguro nos garantice que la boda sale adelante. Ojo que en este tema tendemos a pensar sólo en lo que depende directamente de nosotros y no caemos en la cuenta de que existen procesos en manos de los proveedores que -sin ninguna mala intención o negligencia- pueden sufrir retrasos o incidencias que no alcanzamos a ver desde nuestra perspectiva más inmediata.
Otra cuestión a la que, lógicamente, se le da mucha importancia es el traje de los novios. La vestimenta no es esencial en una boda pero, reconozcámoslo, ayuda bastante a identificar quién es quién en el evento. Así que si por cualquier contratiempo se estropea el modelito en el último momento, sin posibilidad de apañar el desperfecto, tenemos más que un problema al que los sujetos afectados califican de drama mundial. No es tan infrecuente esta denominada primera crisis pre-matrimonial… hablo del vestido de novia y un poco también del traje del novio porque los demás (los invitados) es fácil que resuelvan el contratiempo con cualquier «trapito».
Luego nos encontramos con la omnipresente cuestión de la salud que no entiende de razas, credos, edades, estatus social, ni calendarios… y, por lo tanto, no respeta ni las bodas ni nada que se le ponga por delante. Convendrá asegurar mediante una póliza a medida que los protagonistas clave -novios, testigos y algún «imprescindible» que siempre hay en las familias- puedan compensar su no asistencia por motivos de fuerza mayor como una enfermedad de entidad o un accidente importante, por ejemplo. Ciertamente, la no comparecencia de uno o ambos contrayentes tira por tierra el acontecimiento en sí; lo que pretende el seguro es que el mal generado sea el mínimo posible.
Cada vez que pienso en la multitud de factores de riesgo que se concentran alrededor de una boda no dejo de maravillarme que lleguen a celebrarse tantas con final feliz. ¿Qué no será para tanto? Haz la prueba, comienza a preparar una boda aunque sea ficticia y verás que no es solo el momento de la celebración en sí sino la preparación de meses, incluso la post-boda donde el viaje de luna de miel es lo más famoso pero no lo único. Piensa en tu propia boda -si es el caso- o en la de tus hijos, nietos o sobrinos y comprobarás lo útil y necesario que es contar con un seguro de bodas y poder decir esta vez sin temor y con la boca grande: «Sí, quiero; esta vez es seguro: quiero casarme de verdad».