¡Detente, necio… y ladrón!
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Existe una antigua leyenda que cuenta como San Juan de Sahagún, allá por el S. XV, se encontró en una callejuela de Salamanca con un toro bravo. El animal se había escapado de una ganadería cercana y tenía atemorizada a media ciudad. Se cuenta que el santo, absorto en sus cavilaciones, salió a la calle y cuando lo vio venir directo a él, exclamó: “¡detente, necio!”. Y el toro no sólo se detuvo, sino que mansamente se postró sobre sus patas y se dejó capturar. Ahí es nada. En recuerdo o por influencia de aquel momento, hay en la ciudad charra una calle que se llama Tentenecio. La particular manera de apocopar la expresión se merece otro post. Pero esa es otra historia, y la del primer santo torero, y patrón de la bella Salamanca, también…
Para lo que esta anécdota sí que sirve es para introducir el tema de nuestro artículo: se trata de una polémica herramienta que la UE pretende instaurar en un futuro cercano, y que consiste en la posibilidad de implantar un sistema que permita inmovilizar al instante y por control remoto cualquier vehículo. Puede sonar a película de ciencia ficción, pero no es difícil entenderlo teniendo en cuenta dos factores:
En primer lugar, el gran número de dispositivos electrónicos de los que se dispone, y sobre todo se dispondrá, en los vehículos actuales.
Y por otro lado, la integración casi “natural” en nuestros coches de los diferentes sistemas de geo posición (los GPS), wifi, y alrededores.
Juntando ambos hechos, es sencillo establecer la relación entre unos y otros, y entender que un coche se puede inmovilizar con sólo tocar un par de teclas desde cualquier punto del mundo.
La controversia que genera el uso e implantación masiva de esta aplicación está en el choque entre dos conceptos, el de seguridad contra el de la privacidad. El poder del que dispondrán las autoridades de detener el motor de un auto a distancia les permitirá luchar contra la extrema peligrosidad de los conductores kamikazes, de las persecuciones criminales, los despistes ocasionales, y finalmente, contra los robos de coches y sus correspondiente ladrones…
Siempre que esta ingente cantidad de información llegue a las manos adecuadas, los usos de este sistema serán beneficiosos. Pero ya se sabe que “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. La perversión del uso de todos estos datos nos haría vulnerables ante cualquier intento con malas intenciones. Y el potencial tráfico de información sin control que se generaría haría descender los niveles de protección de datos a mínimos. Lo más probable es que se estaría cometiendo una ilegalidad.
El proceso para aprobar la normativa que permita desconectar vehículos a distancia llevará un tiempo aún. Pero es innegable que ésta es la tendencia. Como usuarios y consumidores debemos estar atentos y no dejar que “los cantos de sirena” de la tecnología nos anulen como personas. Porque tenemos una serie de obligaciones, sí, pero también otros derechos inherentes a nuestra propia existencia. Y nadie tiene porqué saber por obligación ni dónde ni cuándo estamos en cada momento. Ya somos mayorcitos y responsables, ¿no?